martedì 27 settembre 2016

LA EDUCACIÓN DE CALIDAD COMO PRIORIDAD PARA EL DESARROLLO DE LOS JÓVENES

LA EDUCACIÓN DE CALIDAD COMO PRIORIDAD PARA EL DESARROLLO DE LOS JÓVENES


Oscar A. Pérez Sayago
Secretario Adjunto
Confederación Interamericana de Educación Católica


PINCELAZOS SOBRE LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN EN AMÉRICA LATINA

Este es un asunto difícil de abordar, aunque estemos de acuerdo con que la educación de mala calidad produce mayor inequidad y falta de oportunidades. El concepto mismo de calidad varía mucho entre los autores y es entendible que haya que contextualizar la oferta educativa. En todo caso, hay indicadores que nos permiten aproximarnos a algunos componentes básicos de la calidad necesarios hoy en América Latina y el Caribe: una educación que permita las competencias comunicativas entendidas en el uso adecuado de los lenguajes fundamentales (lengua materna y otra lengua) y los medios tecnológicos (TICs); formación para la ciudadanía que permita la consolidación de la sociedad democrática y su institucionalidad, la ética civil y el respeto a los derechos humanos; manejo de la matemática y sus procesos abstractivos; y un buen fundamento en las ciencias naturales para la comprensión del mundo y respeto del hábitat. A esto hay que añadirle, como parte del proceso, la formación para el trabajo.

Un mundo que se mueve aceleradamente hacia la globalización, también empieza a buscar cómo construir comparativos estándares que permitan medir la calidad o, por lo menos, algunos aspectos de ella. Sin caer en la trampa de absolutizar estos indicadores, tampoco vale la pena desecharlos de entrada. Lo que sucede es que aunque en muchos casos no estemos de acuerdo, no por eso van a dejar de aplicarlos o valorarnos por ellos. Las pruebas Pisahan sido diseñadas dentro de las fórmulas de estandarización de políticas educativas de la OCDE. Sin embargo, el número de países que las han asumido ha ido creciendo paulatinamente y empiezan a convertirse en factor de medición de calidad para los procesos educativos básicos en Matemáticas, Ciencias y Lenguaje, tres elementos considerados como fundamentales para el éxito en la educación superior y, además, como elementos sin los cuales es muy difícil decir que nuestros procesos educativos se mueven para una sociedad y una economía basadas en el conocimiento.

Es obvio que el papel de la educación no se completa o tiene como objetivo último que los estudiantes puntúen bien en dichas pruebas. Desde los Antiguos Griegos y recorriendo la historia de la enseñanza el objetivo fundamental de la educación es construir personas y buenos ciudadanos. La educación católica siempre ha defendido el concepto de integralidad para los procesos educativos, de manera que los resultados en algunas áreas del conocimiento son apenas un componente de un proceso que es mucho más complejo. De hecho, aquí tendríamos que poder mirar el papel de la educación en la construcción de civilización lo mismo que su capacidad de generar hombres y mujeres críticos frente al consumismo desbordado que impone el modelo económico, frente a los medios y las tecnologías de la comunicación, frente a valores humanos esenciales como la solidaridad y la conmiseración, frente al fortalecimiento de la democracia y la participación política.

Por tanto, mi invitación es a no absolutizar, pero tampoco desconocer que la calidad educativa pasa por la adquisición de competencias en ciencias, matemáticas y lenguaje. Quizás valga la pena trabajar también en la búsqueda de indicadores que nos permitan evaluar que la educación que llamamos “integral” es de calidad reconocida y, por tanto, formalmente evaluada. No sobraría también preguntarnos cómo evaluamos la calidad de los procesos pastorales en nuestra propuesta educativa, amén que no se trata de mediciones al estilo de pruebas estandarizadas, sino de un examen crítico con referentes claros de la acción, reflexión e impacto de los procesos.

La mayor parte de los países de América latina y el Caribe han instaurado sistemas de evaluación y distintas formas para “dar cuentas”. Están en marcha procesos de Acreditación o Certificación de las escuelas y colegios que miran su funcionamiento, cumplimiento de estándares, revisión de aspectos locativos. Los países han desarrollado mediciones de conocimientos y competencias a través de pruebas estandarizadas tanto para el acceso a la educación superior como para el control mismo de la mejora de la calidad; estas pruebas son aplicadas a los estudiantes al finalizar la educación secundaria y frecuentemente en otros momentos del proceso. De la misma manera, se han instaurado en varios países procesos de evaluación a los profesores que, en muchos casos, pueden afectar la estabilidad laboral de los maestros en el sistema. Empieza, tímidamente, a generarse una reflexión sobre si los resultados de los estudiantes deben ser un criterio para la evaluación de los profesores.

Este es un tema espinoso en ALC porque está estrechamente relacionado con las condiciones laborales y vitales de los educadores. Resulta obvio que un sistema que quiere crecer en la calidad requiere de mejores educadores, mejor formados y con más oportunidades. La situación laboral de los maestros difiere mucho de país a país, pero, en numerosos casos, aún sus condiciones son precarias. Aquí entonces se imponen dos políticas al tiempo: por un lado, sistemas de evaluación y rendición de cuentas por parte de los maestros; y, por otro, mayores y mejores oportunidades de formación e incentivos para no solamente mejorar las condiciones laborales y de vida de los educadores sino para hacer atractiva la profesión.

APORTES DESDE LA CALIDAD PROPUESTA POR LA ESCUELA CATÓLICA

La educación de calidad sigue siendo el principal motor para la democratización de una sociedad. Ella posibilita el acceso a otros niveles educativos, facilita la inserción en el mundo del trabajo con mejores condiciones, genera oportunidades que frecuentemente niegan la cuna y los recursos, provee de herramientas y forma destrezas necesarias para vivir en la sociedad del conocimiento, es factor de inclusión en la sociedad, y da las condiciones para el fortalecimiento de la democracia sobre la idea de que una sociedad es más democrática en la medida en que sus ciudadanos estén en capacidad de participar y ejercer el control político. Todo ello conduce a sociedades más equitativas, en estados más responsables, en instituciones más sólidas, en gobiernos más efectivos, en sociedades más respetuosas de la dignidad de las personas. Las sociedades con economías basadas en el conocimiento exigen ciudadanos informados y con las competencias necesarias para las dinámicas y relaciones que se generan en torno a la tecnología y la ciencia. Como bien lo explican los expertos, las sociedades presentes se basan en el conocimiento que es un intangible a diferencia de la tierra y las empresas.

El gran desafío de la educación fieles a los principios religiosos que nos orientan, está en ser significativos para poblaciones vulnerables producto de las nuevas marginalidades. Aquí nos jugamos nuestro compromiso y nuestro aporte a la historia: hacer a los pobres de ALC parte de las actuales dinámicas históricas en condiciones de dignidad y participación; ejercer nuestra imaginación para crear las nuevas propuestas educativas que lo permitan. Nos enfrentamos a problemas muy complejos como los de la sostenibilidad de procesos educativos para los pobres. Tenemos que echar mano de los temas de responsabilidad social de empresarios y egresados para poder ofrecer propuestas novedosas que permitan inclusión y movilidad social. En estos contextos también podremos evaluar la efectividad de nuestros proyectos educativos que centraron sus esfuerzos en la educación de los dirigentes políticos y los grupos humanos con más recursos: ¿Son hoy personas socialmente responsables en sus empresas, ejercicio del poder, manejo de las relaciones laborales, y solidarios con los pobres? ¿Podremos contar con ellos para la financiación de proyectos que democraticen la sociedad e incluyan a los pobres de este mundo?

HACIA UNA AGENDA COMÚN

Creo en la necesidad de plantear una agenda común para la acción educativa en ALC que conlleve líneas y proyectos compartidos, redes robustas de reflexión, programas conjuntos, acuerdos curriculares, etc., es parte de una invitación, pero también de una estrategia para tener un sistema fuerte de educación que pueda impactar en el Continente.
No podemos vivir más de glorias pretéritas. El futuro de la educación en América estará dado por la capacidad que tengamos para alimentar las prácticas educativas con nuevo conocimiento, y de proponer nuevos proyectos para el desarrollo de la Región. Hoy la investigación educativa tiene que mirar más al presente y al futuro que al pasado, necesitamos menos expertos en el pasado y más gente que pueda comprender las dinámicas históricas presentes, porque nuestra misión de dar educación de calidad a los niños y los jóvenes de hoy también pasará por la capacidad de generar proyectos productivos para que la gente tenga mejores posibilidades de vida, donde la educación permita la inclusión y la participación en la sociedad del conocimiento a grupos vulnerables y al margen de estas nuevas dinámicas, y donde la acción de nuestras instituciones y nuestros egresados sea socialmente responsable porque se educaron en instituciones que tenían claridad sobre sus intencionalidades y propuestas y, en su oferta, se la jugaron todo por ser política y socialmente responsables. 
Se necesita la articulación con las políticas estatales, con la empresa y el estado, con las instituciones educativas laicales, religiosas y universitarias. La manera de ser significativos es compartiendo posibilidades y oportunidades y tender a realizar proyectos conjuntos que nos permita impactar mejor nuestros pueblos. Una agenda común de investigación es inaplazable y que contenga temas que miren menos la arqueología y más la proactividad para dar respuestas a las necesidades más urgentes que nos desafían. Son tiempos de pensar en conjunto temas como: la seguridad alimentaria, la soberanía energética, la sustentabilidad ambiental, la educación rural, la formación para la democracia y la ciudadanía, las pedagogías y didácticas en la sociedad del conocimiento y, por supuesto, el humanismo en un mundo que ha situado de manera diferente la religión y lo religioso. Vaya desafíos, pero qué apasionante suena una misión en un mundo que demanda, exige y reta.
¿Cómo hacer presencia educativa significativa entre los niños y los jóvenes anhelantes de sentido y ávidos de signos? ¿Cómo ser parte de las dinámicas de la historia y hacer presencia educativa en la sociedad del conocimiento? ¿Podremos terminar diciendo dos o tres cosas, proyectos viables con metas e indicadores para poder hacer seguimiento y evaluar? ¿Seremos capaces de eludir los lenguajes políticamente correctos y las consideraciones etéreas para pensarnos posicionados con significatividad en el contexto educativo actual de ALC que se mueve entre el despegue y la inequidad?
Y para concluir, los invito a hacerse algunas preguntas en medio de la reflexión de estos días pensando en los horizontes, anticipándonos al futuro, conscientes de la realidad, recomponiendo las utopías, soñando con otros comprometidos como nosotros también en la misión educativa:

·       ¿Qué sueños queremos construir?
·       ¿Qué horizontes queremos alcanzar?
·       ¿Qué caminos queremos recorrer?
·       ¿Qué riesgos estamos dispuestos a asumir?

BIBLIOGRAFÍA

Gómez, C. (2012). La misión educativa lasallista en América Latina y el Caribe. Roma: Cuadernos MEL – Hermanos de las Escuelas Cristianas.


CIEC (2015). Proyecto Educativo Pastoral para la Escuela Católica de América. Bogotá: Santillana.

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